Si algo tengo claro es que quiero
repetir la experiencia, aunque probablemente la viva de otra manera. Como bien
dijo una compañera, que con la de ayer era la décima vez que hacía la travesía,
siempre se lanza al agua como si fuera la primera vez porque nunca sabes lo
que te vas a encontrar. De eso se trata, de vivirlo siempre como si fuera la primera
vez. Y entre otras cosas quiero repetir por
el ambiente que se respiró ayer; entusiasmo, afán de superación…
Una frase me acompañó durante
todo el trayecto: «Confío plenamente en
mi fortaleza. Quiero, puedo y lo hago». Y con ella me lancé al agua y fui
siguiendo el curso de las boyas, que encima estaban numeradas y a poca
distancia, lo que te alentaba a continuar.
Una, dos, tres… y a la sexta se me
tensó el pie, así que durante unos minutos lo dejé descansar. Siete, ocho,
nueve… y a la duodécima me volvió a dar el calambre y solo pude continuar ayudándome
de los brazos, pero no paraba. «A ver si no vas a poder llegar», me susurraban
los pensamientos. Pero llegué, y encima bien acompañado hasta el mismo final.
Gracias, de verdad…
¿Y qué pasó con las medallas? Algunos
dicen que se perdieron y otros que las robaron. Lo que está claro es que regresé
sin medalla pero con la satisfacción de haber superado el reto. Otro más…
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