Sábado, 24 de septiembre de 2016
Tras el desayuno volvimos a empacar las maletas y fuimos rumbo a Mersing.
Cada vez que llegábamos a una estación, era como si alguna guagua estuviera
esperando por nosotros, porque siempre salía unos minutos después. Era
«llegar y besar el santo», según palabras de mi compañera. A partir de ese día
dejaríamos atrás la ciudad y nos esperaría la naturaleza…
¿Qué encontramos en Mersing? Una nueva fiesta, pues ese día
celebraban la «Fly Festival 2016», así que todo el cielo se llenó de cometas de
todas las formas y colores. Incluso las típicas piñatas para niños las hacían
ayudándose de cometas, pues enganchaban las golosinas con trozos de papel
simulando un paracaídas y las lanzaban desde arriba. Una fiesta inesperada que
nos provocó muchas risas, sobre todo al probar una bebida un tanto desconocida…
Y es que en Mersing nos estallamos de la risa hasta casi dolernos
la barriga. Es, probablemente, uno de los recuerdos que jamás podré olvidar, yo
doblado de la risa en medio de la carretera por los comentarios de mi
compañera. Y es que a veces, para ir a comer, nos costaba muchísimo escoger, y
no precisamente porque nos apeteciera un montón de cosas, sino por todo lo
contrario. Quizás yo era más lanzado, pero afortunadamente mi compañera me
paraba a tiempo para evitar comer… (dejémoslo ahí). Aún así, superamos el reto
de probar cosas nuevas, algunas de ellas muy buenas, pero si el local está
limpio, mucho mejor.
Todos sonreían al mirarnos, quizás porque éramos de los pocos turistas que transitaban libremente ya que nos costó encontrarnos con algún que otro mochilero como nosotros. Y todos iban en motocicleta, era el pueblo de las motocicletas, incluso en algunas de ellas iban montadas hasta cuatro personas. Vamos, toda la familia...
Al final del día cruzamos el puente para, desde la otra orilla,
contemplar el mar con tranquilidad y recibir la noche que empezaba tímidamente a aparecer.
Ese día cumplía cuatro años con el blog y era la primera vez que no escribía en un
día tan señalado, pero las vacaciones fueron completas y no sucumbí a la
tentación de encender un ordenador. Aún así, fue un bonito día para recordar
toda la travesía que juntos hemos andado. Juntos, de la mano, seguimos
caminando…
Al regresar al hotel, ya de noche, nos encontramos con Kamal, un malasio que, al preguntarnos por nuestra
procedencia y afirmarle que éramos españoles, se arrancó a cantarnos el
estribillo de la canción de Enrique Iglesias: ¡bailandoooo, bailandoooo! Nos
dijo que nos había visto esa tarde en la estación. También nos contó que no
sabía mucho inglés, pero al despedirse de nosotros nos dijo: ¡Be careful! (¡Tengan
cuidado!) ¿Qué querría decirnos con eso? ¿Acaso caminar a oscuras por la noche
entrañaría algún peligro? Nada que ver, pero el comentario nos dio mucha risa.
Ahora que lo estoy recordando, quizás nos estaba avisando de la tormenta que se avecinaba...
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