jueves, 20 de octubre de 2016

Día 10: La isla de las mariposas

Lunes, 26 de septiembre de 2016

Después de un sueño reparador, desayunamos en el único restaurante del hotel, que estaba regentado por una familia y cada uno ejercía su función con la mayor tranquilidad del mundo. ¡El estrés no existía en Tiomán! Yo me pedí un sándwich de queso y tomate y al final me lo trajeron de tomate, pepino y mantequilla. La carta decía una cosa y ellos traían otra, pero estaba riquísimo igualmente.

El día amaneció espectacular y nos dispusimos a patear la isla hasta llegar a los poblados más cercanos. En Tiomán nos volvimos a encontrar, por tercera vez, con un simpático señor y nos enseñó a decir “gracias” (terima kasih) y “de nada” (samá samá) en malayo.



Después cambiamos de dirección y nos dirigimos a la playa de Monkey Bay. Durante el trayecto pudimos ver monos y lagartos, incluso mi compañera llegó a divisar una serpiente negra con rayas amarillas, pero lo que pudimos ver sobre todo fueron mariposas, de todos los tamaños y colores: marrones, naranjas, amarillas, negras y blancas, incluso llegué a ver una turquesa y otras negras tan grandes que más que mariposas parecían avionetas. Por eso me dio por decir que Tiomán era la isla de las mariposas…


Al llegar a la playa nos pusimos nuestros tubos y caretas y comenzamos a disfrutar del fondo del mar. Puedo afirmar que aquí ha sido la primera vez donde he podido ver un coral de verdad, y no uno sino muchísimos, de todas las formas y colores, y peces, también muchos peces que nada tenían que ver con las fulas o castañetas que están por Lanzarote. Aquí eran otros totalmente distintos. Incluso pudimos ver una tortuga gigantesca. Lo que no vi fue al tiburón, y reconozco que a pesar de los miedos, una parte de mí tenía la curiosidad de encontrarse de frente con uno para conocer cuál hubiera sido mi reacción. Hasta que no me enfrente, no lo sabré. ¿Estoy loco, verdad? Fue un fantástico día para nadar y practicar, porque en menos de dos semanas tendría la travesía a Nado El Río. Al final, sin pretenderlo, nadé como unos mil metros. Pero la travesía ya pasó y el reto fue superado…




Y lo anecdótico en la playa de Monkey Bay fueron precisamente los monos, que se acercaban de forma inocente y amistosa, pero que después intentaban robarte todo lo que pillaran. Tal vez los atraje yo porque estaba comiendo cacahuetes, todo un manjar para los macacos. Tuve que estar vigilante, pero ellos no se asustaban, incluso te intentaban amedrentar enseñándote sus colmillos bien afilados. Pero yo tampoco les tuve miedo. Fue una guerra sin cuartel y hasta corales les lancé, jeje. Finalmente llegó la paz, pero fue divertido jugar. Me lo pasé pipa…



Y la vuelta la hicimos en taxi, en un water taxi, que ya habíamos caminado bastante. El mar estaba tan en calma que jamás se me hubiera pasado por la cabeza lo que sucedería al día siguiente...


No hay comentarios:

Publicar un comentario