jueves, 6 de octubre de 2016

Día 4: 272 escalones

Martes, 20 de septiembre de 2016

Un día completo para descubrir Kuala Lumpur. ¿Y qué hicimos? Nada más levantarnos y desayunar o almorzar lo que pudimos (porque allí los desayunos parecían auténticos almuerzos), fuimos rumbo a Batu Caves, un templo hinduista muy concurrido y colorista. Custodiando los 272 escalones que suben a la cueva del templo principal, hay una estatua dorada de 43 metros del Dios Muruga, conocido también como Subramaniam, a quien están dedicadas las cuevas.


Allí probé el agua de coco por primera vez, no tan dulce como imaginaba…


A quien también le gustó fue a un macaco que por mi lado pasó…


Después volvimos a coger el tren para regresar a la estación central. En los vagones nada de carantoñas y besitos, que están prohibidos. Otra curiosidad del transporte es que no se utilizaban tarjetas de papel para acceder, sino una especie de fichas magnéticas que al acabar el viaje las introducías por una ranura para que se abrieran las puertas. ¡¡¡100% reciclable!!!


Y al llegar a la estación otro caprichito, un Sandy de Mango. Fíjate que hace años que no voy a un McDonald's, pero ese nuevo helado lo quería probar…


Al rato cogimos una línea de metro elevada desde donde podías divisar toda la ciudad y paramos en Bukit Bintang. Nos atrevimos a pasar por una calle angosta y más oscura que las otras y unas cuantos animalitos con bigotitos y rabos largos salieron a saludarnos. ¡Qué lindas eran las ratas! Al principio me percaté de la presencia de una, pero conforme avanzábamos aparecieron algunas más hasta que perdí la cuenta. Y también vimos una guagua sonriente, la primera de muchas que nos recordaría en todo momento el consejo de la sonrisa...


Y ya casi al anochecer llegamos a la Merdeka Square, una gran plaza donde casi llegamos a tiempo de presenciar un ensayo de música y baile con motivo de la fiesta nacional, que se celebraría el domingo 25 de septiembre. Nos invitaron a participar y de verdad que me hubiera encantado estar, pero al día siguiente nos despediríamos de la capital rumbo a otra ciudad. Por el camino nos encontramos con unas vigas de hierro y los recuerdos se me activaron. ¿Tendré la oportunidad de doblarla otra vez? Nunca se sabe...


¿Dónde cenamos? En un restaurante del mercado central. Un delicioso plato de pollo y arroz con piña tropical. Y de beber un refrescante zumo de mango, aunque he de decir que el de manzana verde de mi compañera estaba espectacular…


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