lunes, 10 de octubre de 2016

Día 5: El mundo es muy pequeño

Después de tanta actividad deportiva durante este fin de semana, prosigo con la aventura:

Miércoles, 21 de septiembre de 2016

Ese día salimos de Kuala Lumpur rumbo a Malaca, cuyo Chinatown fue declarado en 2008 Patrimonio Mundial de la Unesco. Para llegar al centro de la ciudad decidimos coger la guagua y ayudados por una oficina de turismo encontramos rápidamente el hostal (Jalan Jalan Guest House). Era un alojamiento muy sencillo: dos camas individuales y baño compartido, con ventilador y muy limpio.


En el garaje que hacía la función de recepción nos encontramos con Esteban, un argentino que llevaba más de dos meses recorriendo parte de Asia en autostop. Primero Tailandia, después Malasia y seguiría un mes más para visitar Singapur e Indonesia. El recepcionista era Chris, un francés que a los 18 años decidió dejar la zona cómoda de su país porque, a su parecer, ya le había ofrecido todo lo que le tenía que ofrecer y se fue a Jamaica para montar un B&B. Eso sí, no nos comentó ni tampoco le preguntamos cómo había venido a parar a Malaca…

Y hoy titulo la entrada como “El mundo es muy pequeño” porque nada más salir en busca de la habitación, que estaba en otro edificio, nos encontramos por la calle con las mismas “¿koreanas?” (se parecen tanto que no sé si son japonesas, chinas o koreanas) que vimos en el tren cuando fuimos a visitar las Batu Caves. ¡Las mismas! Entonces Chris también nos dijo que efectivamente el mundo es muy pequeño, porque justo el día anterior había hecho el check in a una pareja de argentinos que habían vivido en la misma ciudad de Jamaica donde él residía. ¡Increíble!

La comida… supuestamente almorzamos pollo con arroz, pero esas bolas tenían una rara consistencia. Bastante comí teniendo a mi lado la cara de mi compañera…





Ese día no solo hicimos un crucero por el río, sino que también alquilamos unas bicicletas y fue una gran experiencia pedalear hasta perdernos. Lo curioso fue cuando mi amiga guió el recorrido, que vino a localizar una heladería, justo lo que ella más quería, aunque yo tampoco desaproveché la oportunidad de tomarme un helado de cendol, que es una bebida o postre muy popular que está asociado a los inmigrantes procedentes de la India en el sureste asiático. Yo quería probar sabores raros, de esos que no te encuentras aquí, nada de chocolate ni vainilla…




Después, cuando volví a guiar yo el recorrido, ¿adivinan lo que encontré? Un restaurante español de tapas llamado “LA SALUD”. ¡Bingo! Fue la manera perfecta de recuperar las fuerzas después de un almuerzo bastante ligero. ¿Qué acabamos cenando? Huevos rotos con jamón, ¡sí señor! Y una cerveza para celebrar ese gran día de diversión…


Aunque aún quedaba subirnos a un rickshaw, que es un vehículo ligero de tres ruedas que se desplaza por tracción humana, con una decoración súper llamativa; el nuestro era de Hello Kitty. El conductor, tras decirle que éramos de España, no paraba de decirnos: ¡Barcelooooonaaaaa! Debe ser que le gustaba mucho el fútbol. Y con música “a toda mecha” gracias al fantástico equipo de música, nos reímos un montón…



Ahora que voy contando el viaje por capítulos todo parece muy idílico, ¿verdad? Ese día todavía no sabía lo que se me venía encima...

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