Y ya de vuelta a Lanzarote no me queda más sino agradecer por esta semana tan intensa, aún sabiendo de que con las palabras no quedará ni remotamente reflejado todo lo experimentado. Ha sido un viaje para recordar la coherencia y que la vida consiste en dar y recibir, por eso volví a vaciar la maleta de ese entusiasmo por la vida pero la traje llena de ganas de vivir la vida, planté una semilla de esperanza y me traje semillas de esperanza, porque si se quiere se puede. Me sentí en mi propia casa, nos sentimos en nuestra propia casa, creando un equipo perfecto que rema en la misma dirección. La distancia nos separa, pero el corazón pasa por alto los kilómetros y nos hace sentir cercanos. Eso es lo que verdaderamente cuenta, forjar relaciones desde el corazón...
Y siento a la vida que me sigue bailando, orquestando todo para hacerme reír y que disfrute solamente del tiempo presente. Es curioso, pero por momentos me olvido del pasado. Así, de golpe y porrazo...
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