miércoles, 8 de marzo de 2017

Una entrevista diferente

Es la primera vez que me hacen una entrevista donde me envían las preguntas y yo elaboro las respuestas, con total libertad. Como siempre, trato de transmitir únicamente mi experiencia...

Abrazar la vida. Un título que sugiere mucho.

Sí, y algunos me preguntan si antes no abrazaba la vida y yo les respondo que no, que estaba totalmente alejado de ella. He identificado el momento exacto en que abracé la vida porque a partir de ahí todo comenzó a cambiar.

Retrocedamos en el tiempo hasta el inicio de esta historia. Diagnóstico; cáncer en fase avanzada. ¿Qué se le viene a uno a la cabeza en ese momento? ¿Cómo lo recuerdas?

A mí simplemente me dijeron que tenía cáncer pero no la gravedad del diagnóstico porque, afortunadamente, los médicos me lo ocultaron, por lo que ahora siempre me hago la siguiente reflexión: ¿Es necesario que los médicos asusten con los diagnósticos? Es fundamental que te digan que tienes cáncer y no una gripe para que aceptes la situación y tomes las riendas de tu vida, pero ¿es realmente necesario que te expliquen todos los detalles incluso que se atrevan a pronosticar los meses que te quedan de vida? Si llego a saber que mi cáncer estaba avanzado, incluso que tenía metástasis, hubiera sido una losa bastante pesada sobre mis hombros.

Entre ese momento en que te diagnostican la enfermedad y ese en que decides “abrazar la vida”  ¿Qué hay entre medias?   ¿Cómo se evoluciona por ese camino?

Por mi camino se cruzó un terapeuta, José Antonio Manchado, autor del libro Sea más feliz que el Dalai Lama, y cambió totalmente la idea que yo tenía de la enfermedad: de verla como un castigo a considerarla como la oportunidad que me daba la vida para sacar mi mejor versión. También me dijo que contra el cáncer no había que luchar, que simplemente era un mensajero que me estaba indicando aquello que debía cambiar para volver a conectarme con la vida. El tratamiento convencional simplemente iba a curar los síntomas, pero si no desactivaba esa causa emocional que me había provocado la enfermedad, volvería a brotar en cualquier otro momento. Y yo quería sanar, estaba dispuesto a todo con tal de sanar, así que acepté la propuesta de mirar hacia dentro y ver mis incoherencias…

Dices del cáncer que es la enfermedad que me vino a sanar.  ¿De qué te sanó el cáncer?

Sí, y me inspiró una frase de Carl Jung que decía: «No estamos aquí para sanar las enfermedades, son las enfermedades las que vienen a sanarnos a nosotros». Por eso siento que me vino a ayudar, que me vino a sanar. Con José Antonio aprendí las verdaderas causas del cáncer y yo encajaba perfectamente en ellas: Cuando vivimos la vida de otros y no la nuestra propia, cuando estamos esperando a que los demás cambien y no somos nosotros los que cambiamos, cuando justificamos nuestros actos y los de los demás y cuando tenemos una rabia profunda. La “excusitis” es la peor enfermedad del mundo y yo la padecía.


¿En qué se diferencia el Ibán anterior a la enfermedad  del Ibán actual?

Siento que el Ibán actual no tiene nada que ver con el anterior, pero hoy es lo que es gracias a la versión antigua y haber pasado por lo que pasó. El Ibán anterior creía que era feliz, porque confundía la felicidad y bienestar con lo material, y el Ibán actual sabe que ahora es feliz, porque ha descubierto el verdadero significado de la felicidad, ser libre y responsable para tomar decisiones y encauzar su vida.

Después de esta experiencia, ¿uno pierde todos los miedos?

Yo sigo teniendo miedos, aunque cada vez menos, pero me encanta localizarlos y neutralizarlos. Mi lema es, en cierto modo: los miedos me tienen miedo porque saben que voy a por ellos. Me considero una persona valiente, y una persona valiente no es aquella que no tiene miedos, sino aquella que hace las cosas que le apetece hacer a pesar de los miedos.

Se dice que la felicidad está en el interior, y no en las circunstancias externas. ¿Se puede tener cáncer y ser feliz?

A pesar de los momentos duros, puedo decir que yo fui feliz porque gracias al cáncer descubrí todas las incoherencias que había en mi vida y que no me hacían feliz. Mi vida era un auténtico infierno y si no llega a ser por él, porque paré y miré hacia dentro, seguiría en esa rutina de sufrimiento. Venimos al mundo a ser felices, no a sufrir. José Antonio Manchado me dijo que el día que agradeciera de verdad estar pasando por lo que estaba pasando, el cáncer iba a desaparecer porque simplemente era un mensajero que me estaba indicando aquello que debía cambiar en mí. Y un día me sorprendí agradeciendo el cáncer mucho antes de recibir los resultados médicos de que ya estaba sano. Pensé que me estaba volviendo loco, que simplemente sería un pensamiento pasajero, pero esa sensación fue in crescendo.

¿Crees que tu actitud, tu forma de afrontar tu situación, tuvo que ver con tu curación?

Totalmente, me dijeron que no me hiciera la víctima y que viviera la vida sintiéndome totalmente sano. Además, una de las enfermeras cuyo testimonio se recoge en el libro, Jezabel Suárez, explica muy bien la diferencia entre curación y sanación. La curación es cuando depositas la confianza en que algo externo a ti, por ejemplo el tratamiento de quimioterapia al que yo optimistamente llamaba sesión de belleza, te va a curar. La sanación es cuando también depositas la confianza en tu interior. Ella dice que yo soy un ejemplo de que ambos términos se aunaron y que gracias a mí comprendió que la sanación comienza con un cambio de actitud.

Cáncer sigue siendo una palabra temida,  reticente a ser pronunciada, aunque en los últimos tiempos se está visibilizando más con algunos personajes populares que la padecen, como Pau Donés, de Jarabe de Palo.   ¿Crees que es necesario normalizar la enfermedad?

Sí, es una palabra que asusta, sobre todo cuando te dicen que lo tienes, pero siento que la palabra se debería pronunciar con naturalidad. Es una palabra tabú que genera mucho miedo en la sociedad y si cada uno aporta su granito de arena, se podría disipar. ¿Y si en lugar de verlo como algo malo lo viéramos como una oportunidad?

Tienes un blog con muchos seguidores, ahora estás presentando tu libro. ¿Cómo concibes la escritura?   ¿Una autoterapia?  ¿Una manera de aportar algo de luz a los demás?

¿Si supieras cómo surgió el blog? La gente no paraba de hacerme preguntas que me remontaban a un futuro incierto cuando irremediablemente empecé a vivir en el presente. Entonces, el que fue mi pareja en aquel momento, me recomendó que abriera un blog para informar a la gente de los resultados y demás cosas que quisieran saber, para evitar que me preguntaran directamente. Estrené el blog un 24 de septiembre de 2012 y al día siguiente fue cuando conocí al terapeuta José Antonio Manchado, que me dijo que evitara estar constantemente hablando de la enfermedad. –¿Y yo que acabo de abrir un blog?–, le pregunté. –Si lo enfocas desde un punto optimista, bienvenido sea. Puedes utilizarlo como una herramienta más para plasmar todo lo que vas descubriendo y aprendiendo–. Y así fue como cambió el enfoque del blog. Al principio pensé que solamente lo leían mis amigos cercanos, pero después me sorprendió la acogida y hoy ya son unos cuantos más los que me piden que no deje de escribir. Fue tan terapéutica la escritura, que tuve claro que iba a seguir escribiendo aunque ya estuviera sano. Han pasado ya más de cuatro años y sigo escribiendo cada vez que quiero y de lo que quiero. De hecho, el libro es un recopilatorio del blog aunque con más material inédito.

¿Qué es lo más emocionante que te ha dicho algún lector de tu blog o de tu libro “Cuando abracé la vida”?

Me han dicho tantas cosas emotivas que no sabría por dónde empezar. Sobre todo me dan las gracias porque les estoy transmitiendo esperanza. Una señora, después de haberme escuchado durante la presentación del libro que hice en Gran Canaria, me dijo «gracias porque me has dado las pistas que necesitaba». Alguien me dijo que no midiera el éxito del libro por el número de copias vendidas, sino por el número de personas a las que les podía ayudar a cambiar su vida. Hoy por hoy, puedo decir que es todo un éxito y no podría ser más feliz.

¿Qué le dirías a un lector de esta entrevista que esté atravesando la misma situación por la que tú pasaste?

Me gustaría que viera la enfermedad no como un castigo sino como un regalo. Todo lo que pase en la vida puede ser una gran oportunidad para aprender y sacar una mejor versión de sí mismo. Le invitaría a reflexionar porque, con total seguridad, descubrirá incoherencias que le han provocado la enfermedad. Cuando lo que dices, piensas y haces no va en la misma dirección, estás creando un terreno fértil para producir enfermedades. Solo tienes que cambiar aquello que te hace infeliz y tu vida se puede transformar.

¿Qué esperas de esta presentación en Lorca, la primera de la Península?

Iré con muchísimas ganas dispuesto a dar lo mejor de mí. Además, me estoy tomando cada presentación como una oportunidad que me está dando la vida para seguir sanando, porque todos los días estamos sanando. Y no es casualidad que haya elegido Lorca para hacer mi primera presentación en la Península. Me une un vínculo especial con Anabel Porlán y su familia y el día de la presentación mi amiga estará muy presente. Si mi experiencia consigue ayudar aunque sea a una sola persona, el viaje habrá merecido la alegría, que no la pena.

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