«No existen derrotas, sino información. Ten presente que a
veces se gana y a veces… se aprende». Pues bien,
esta frase me viene como anillo al dedo porque ayer se me antojó hacer galletas
y, a pesar de lo entusiasmado que estaba mientras las hacía, el resultado ha
sido… un aprendizaje.
El momento de
cata en el que mi compañera Yolanda, experta en galletas, cogía un trozo, se lo
metía en la boca, a duras penas y mientras yo la miraba atentamente lo
masticaba, y acto seguido tiraba el resto de la galleta a la basura, aparte de provocarme
una sonora carcajada, fue un gran regalo de coherencia por su parte, no comerse
lo incomible tan solo por quedar bien ante mí. Aún así, porque hice dos tipos
de galletas, una me las aprobó con un cinco raspado. Vamos, que me queda un
mundo por mejorar. Digamos que ayer aprendí muchos de los errores que no debo
cometer cuando haga galletas, pero lo volveré a intentar. Me encanta la
sensación de meter la pata hasta el fondo y partirme de la risa…
Jajajjaja no tuve la más mínima intención de ofender��al contrario, son perfectamente mejorables y el equilibrio de los ingredientes secos está muy bien, sólo hay que añadir más elementos húmedos y reducir el tiempo de horneado. La paciencia es la madre de la ciencia y en reposteria un dogma��
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