Mientras iba camino del gimnasio, en mi cabeza merodeaban pensamientos
tales como: «no vas a poder sostenerlo», «supone mucho esfuerzo y dinero», «es
un sueño muy bonito pero solo un sueño». Todos estaban relacionados con el
libro y cada vez que me vienen contesto que no sé. El libro se hizo con la
intención de ayudar y dejo que las cosas sigan su curso natural, confiando. Y
de repente, un desconocido me comenta muy sonriente desde la otra acera: -Muy
bueno el libro-. -Muchas gracias-, le contesté también sonriente. Y nada más
entrar al local alguien me propone hacer una nueva presentación en un lugar
ideal. ¿Qué pasa? ¿La vida me está hablando? En
cierta manera me dice que siga adelante, que confíe. Estoy plantando
semillitas de esperanza y nada me puede hacer más feliz. Entonces, a la
pregunta de si continúo la respuesta es un rotundo sí, continúo…
Y anoche estaba descansado pero me costó dormir, no sé si por la emoción
de hacer hoy una nueva presentación en un lugar especial para mí. El caso es
que empecé a llorar de felicidad por seguir vivo y estar aprovechando esta
segunda oportunidad. Agradecido. Y acabé riendo, llorando y riendo, sobre
todo al decirme a mí mismo que parecía un cencerro.
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