Me encantó que describieran el aeropuerto como uno de los lugares más
emocionantes. En él confluyen las llegadas y salidas y cada uno lo vive a
su manera. Alegrías por el recibimiento o tristezas por la despedida; llantos
por el reencuentro o exaltación por la partida. Sea lo que sea, mueve un
sentimiento puro, espontáneo, y tal vez por eso siempre me he sentido como un
pez en el agua cuando estoy en un aeropuerto.
El viernes llegué con ganas de darnos valor y ayer regresé custodiando un
gran tesoro en mi mochila, el libro, que se convertirá en mi máxima prioridad
durante esta semana. También me despedí, me despedí de una antigua versión,
quizás, porque cada día que pasa vamos dejando atrás una vieja copia de nosotros mismos. Al avión subió otro distinto, con más comprensión…
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