Mejor otro día, pensé, porque prefería llegar a casa y descansar, pero
cuando crees que vas a hacer eso, haces todo lo contrario. Basta con una
llamada para cambiar de dirección y poner rumbo hacia otro lugar. Es que
ni lo piensas, sale un sí desde dentro y observas cómo tus manos giran el volante.
Lo curioso es que cuando llego, se me quita el cansancio y sonrío entusiasmado
por lo que me voy a encontrar. Si lo hago de forma natural y sin esfuerzo, ¿será
que esta es la función que me ha tocado desempeñar para aportar?
Y ayer también llegué a ese rincón favorito, donde la playa aparentemente
acaba…
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