Les iba a contar que desde hacía un par de días estaba compartiendo el
coche con un copiloto peculiar, que siempre estaba sonriendo y que me
contagiaba con su buen humor y positividad. Tanto me gustaba, que hasta se lo
presentaba a quienes pasaban por el coche.
Y les iba a decir que iba a disfrutar de su compañía hasta que se
marchara, que no hay que aferrarse a las cosas porque todo es impermanencia.
Tanto es así, que ayer por la tarde se le fue el aire. Pensé que duraría un par
de días más, pero fue un copiloto fugaz, muy fugaz. Fue bonito mientras
duró…
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