Personas que, por fin, permiten mostrarse tal y como son, expresándose
sin límites y deleitándonos con su baile. Ese es uno de los muchos recuerdos
que me llevo, sobre todo ese, ver la cara de felicidad de la otra persona al
liberarse, pues a eso vinimos, a conseguir la libertad infinita.
Libertad también tuvieron las otras personas para llorar, reír, sanar y cantar,
porque también hubo canciones inesperadas que a unos crispaba y a otros
emocionaba, un círculo dentro de otro círculo que se convirtió en el himno del
retiro, pero ahí está la enseñanza, que el evento es neutro y si te produce
conflicto sabrás emprender la acción adecuada: aceptarlo, cambiarlo o
marcharte, pero siempre desde la paz. Y el silencio, por fin se hizo el
silencio…
Y cuando cogemos el vuelo de vuelta siempre es una fiesta y he de
reconocer que las azafatas tienen mucha paciencia. Es curioso pero,
incluso dentro del avión, te puedes dar cuenta de tus creencias. Siempre es un
buen momento para tomar nota de ellas.
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