Hoy quiero dedicarte unas palabras a ti, mi querido Ibán que te observo a
cada instante. Gracias por haberte levantado de esa silla caliente
que te desconectaba de la vida, gracias por tu coraje, por esa fuerza
descomunal que sacas dando luz en la oscuridad, calmando la tempestad. Gracias
por permitirte expresar, expresar lo que eres y expresar aquello que sientes.
Sí, eres libre, estás libre. Me ha encantado observarte desde la quietud del
sofá, viendo la película que te habías montado y cómo la vas desmontando. Todo
un lujo estar en primera fila viendo este maravilloso proceso que estás pasando
para sacar tus alas y por fin volar. Siempre agradecido, es parte de tu
naturaleza ser agradecido, pero no te olvides de agradecerte a ti mismo esa
valentía que has tenido para levantarte y caminar, porque todo te lo debes a ti
mismo. Esa silla caliente ya no iba contigo, una silla que ardía y quemaba
la vida que llevabas dentro.
Ahora a continuar viviendo la vida y, mientras, yo seguiré pasándomelo en
grande observando tu camino totalmente neutro, porque pase lo que pase será una
enseñanza lo que recibas de premio. Gracias, gracias por permitirte ser y
estar.
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