Y el fin de semana acabó con el mejor ritmo posible. Un, dos, tres…cinco,
seis, siete…un, dos, tres...cinco, seis, siete. Giro a la derecha, giro a la
izquierda. Así fue la salsa, uniéndote con tu pareja y disfrutando en la pista
de baile. El chico domina y la chica se deja llevar, el chico representa la
vida y la chica suelta el control y decide aceptar ir por donde la vida la
quiera llevar. Así es como se consigue un baile armónico y equilibrado…
Y después apareció el número cuatro en escena, porque el ritmo de la
bachata era un tanto diferente. Un, dos, tres, cuatro…un, dos, tres,
cuatro. Giro a la derecha, giro a la izquierda, pasos adelante, pasos
atrás. En mi cabeza no había pensamientos, sólo números siguiendo la cuenta :-)
¡Quién me manda apuntarme al curso! Eso es lo que me dije horas antes de
entrar, pero esas tres horas que a priori parecían interminables se me fueron
en un abrir y cerrar de ojos. Solté la vergüenza y empecé a mover las caderas.
Mucha empatía y mucha confianza. Viendo a la gente bailar me dio la sensación
de que justo estaba donde tenía que estar. Gracias…
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