Y hablando con mi angelito de la guarda le comenté la satisfacción de
vivir en la incertidumbre, porque quién dice que la incertidumbre sea mala. Tal
vez es lo mejor que nos pase para no caer en la rutina diaria. Y enseguida le
resonaron mis palabras y me dejó un libro que recién había comprado, un libro
que, nada más despedirme de ella, lo regalé por esas cosas bellas que a veces
tiene la vida y que te dejas llevar…
“La vida es inseguridad. Cada
nueva situación nos lleva a una inseguridad más profunda que la anterior. Es un
juego en el que nadie sabe cuál será el siguiente paso. ¡En esto radica la
belleza de la existencia! Si fuera predecible, no valdría la pena vivir;
si todo fuera tal y como deseáramos y no hubiese lugar para la incertidumbre,
no seríamos seres humanos sino máquinas, ya que sólo para ellas todo es seguro
y cierto. El hombre vive en libertad. La libertad necesita inseguridad e
incertidumbre”.
Sin darnos cuenta salimos de la cafetería sin pagar, aunque entre risas
hubo tiempo para volver y abonar el importe de la factura. Estábamos tan a
gusto compartiendo nuestro entusiasmo, que nos olvidamos del resto…
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