Si tal y como dicen es cierto que reírse alarga la vida, el sábado por la
noche yo gané unos cuantos años. Adentrarme en un pueblo remoto de Aragón e
interactuar con personas totalmente diferentes es lo que tiene, pues mientras
para mí eran personas que vivían muy limitadas porque solo conocían el mundo
puramente rural y no habían cogido un avión en su vida, para ellos yo era una
especie de humano “raro” que no sabían de dónde había salido. Y así se lo
trasladaban de forma cómplice a su tía, que es mi amiga: -¿Pero qué me has
traído? ¿Que no se ha bañado nunca en un río? ¿Que no ha visto nunca un
cangrejo de agua dulce? ¡Este no ha salido de la capital!-. Y así un montón de
cosas más que, aderezadas con un acento maño hasta las trancas, me resultaba
imposible mantener la seriedad.
Y es que todo es relativo. ¿Quién es el que estaba en la zona
cómoda? Al menos yo ya he probado el entorno rural pero, ¿se atreverán ellos
alguna vez a salir del confort de lo cotidiano?
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