Las preguntas que más me formulan últimamente son: ¿Cómo está tu padre? ¿Está tu padre mal? Y observo y compadezco a mi madre y mi hermana, que agotadas no paran de coger sus teléfonos y recitar todo el diagnóstico médico. Aunque agradezco la atención, muchas veces me entra una pereza total y no me dan ganas de contestar, pues si algo me han enseñado es a salir de círculos negativos y no entrar en el juego de crear drama y sufrimiento. Mi padre está... Punto, no voy a decir más, ni bien ni mal, porque en cierta manera lo estoy viviendo de una forma neutra y no lo estoy viendo ni bien ni mal. ¿Se va a morir mi padre? Sí, algún día, y tú también, que me estás leyendo, no vayas a creerte que tienes el don de la immortalidad. Todos vamos a dejar este mundo algún día, incluso este que está escribiendo.
O sí, voy a eliminar los puntos suspensivos y me lanzaré a decir que mi padre está vivo, lleno de vida, pues así lo siento. Solo debe confiar en su fortaleza y emprender una nueva etapa llena de cambios. ¿Ahora bien, estará dispuesto a aceptar los cambios y vivirlos con entusiasmo? Se necesitan buenas dosis de valentía y solo puedes proponer, pero no imponer. Si así lo decide, seguiré estando pendiente de él, al otro lado del puente, para animarlo a cruzar y que venza sus miedos...
Y otra cosa más que me apetece compartirles es la relación tan sana que tengo. Mirarlo a los ojos y verme por dentro... Sin secretos...
Y otra cosa más que me apetece compartirles es la relación tan sana que tengo. Mirarlo a los ojos y verme por dentro... Sin secretos...
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