El día antes de hacer la carrera y gracias a mi hermanita gemela, se me
erizó la piel al recordar un párrafo del libro Cuando abracé la vida (un canto a la esperanza). Y dice así:
«Y durante ese paseo con mi pareja
le dije que me gustaría que la sanación dependiera de mí, porque si hacía todo
lo que estuviera de mi mano, volvería a estar sano. –Ojalá haya un decálogo de
cosas para hacer con tal de sanar. Sería capaz de subir el Risco de Famara
cien veces si hiciera falta; sería capaz de dejar de comer aquello que
tanto me gusta; sería capaz… de todo con tal de sanar–, le comenté.
Le pedí a Dios que me ayudara porque yo quería sanar, que me diera fuerzas
porque quería llegar hasta el final. Hoy sé que esa petición dio sus frutos
porque, aunque no fui consciente en ese momento, al día siguiente todo comenzó
a cambiar…»
¿Creamos
nuestra realidad? Hasta el
sábado por la tarde no fui consciente de todo lo que había prometido y se ha
cumplido, pues un cambio de alimentación llegó a mi vida y mi plato favorito
dejó de existir, y al día siguiente tenía ante mí el reto de subir el Risco de
Famara. Por eso lo hice con motivación y entusiasmo, como tributo y
agradecimiento a estar sano. Y solo me queda por añadir que estoy dispuesto
a todo con tal de seguir sano…
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