Otra de las frases que me llevo de Gran Canaria es que «la coherencia
es el camino del corazón». ¿Y quién me dio una lección de coherencia? Mi
madre, no podía ser otra. El lunes la llamé y, en mi intento de alargar la
conversación unos cuantos minutos para compartir con ella, quizás arrastrado
por ese narrador interno que a veces me dice que casi no estoy compartiendo con
ellos, con lo mucho que me cuidaron a mí (ya les dije que mi vocecita interna
es muy divertida), de repente me suelta: -Bueno, deja de dar el coñazo que
estoy trabajando-. Así, sin preámbulos ni nada, zanjó la charla y no pude
sino reírme. Mi madre fue coherente. No podía o no quería hablar y no le
importó cortar la conversación con su hijo. Es una gran maestra y la vida me
dice que siga mi camino, que suelte…
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