Los
tentáculos de un pulpo
no se enfadan entre ellos. Tampoco se comparan por su longitud o mirando a ver
quién tiene más ventosas. Todos parten del centro, el tronco y la cabeza, que
simbolizaría la consciencia colectiva.
Con los humanos pasa exactamente igual. Aparentemente estamos separados pero
procedemos de la misma unidad y, por tanto, todos somos uno. ¿Por qué entonces tanta
lucha y rivalidad entre nosotros mismos?
Ayer también leí esto: “El Amor
despliega las alas de nuestro corazón, pues en realidad somos ángeles humanos
intentando recordar cómo ser el Amor, y cómo manifestarlo aquí, en la Tierra”.
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