lunes, 8 de agosto de 2016

¿Cuántos metros hice?

Si algo aprendí ayer es que aunque tengas fuerza y entusiasmo por llegar a la meta, de vez en cuando sería interesante parar para ver si estás en la dirección correcta o te tienes que desviar. Y es que ayer nadé con ímpetu pero acabé desorientado en medio del mar, cruzándome con gente que iba en otra dirección, cuando se supone que todos debíamos ir en la misma, o cogiendo el camino más largo en vez de acortar distancia. ¿Cuántos metros hice? No tengo ni idea. Se supone que eran 1200, pero me da la sensación de que hice muchísimo más, a tenor de lo que marcaba el cronómetro. Tuve tiempo de perdonar, de ver hamacas en el fondo del mar, de imaginarme a mi amiga Cristina transmitiéndome buenas vibraciones desde el avión que esa mañana cogió, de reencontrarme con amigos a los que hacía tiempo que no veía, que lo pude divisar cuando saqué la cabeza para respirar. Sí, todo eso mientras nadaba, incluso ese amigo a punto estuvo de golpearme con su piragua porque la corriente lo arrastraba, pero de eso me enteré a la llegada, porque yo no paraba. Estaba tan centrado en mi respiración, que fluía como nunca, que incluso llegué a la meta unos cuantos metros desviado y tuvieron que avisarme con el silbato…



A pesar de todas esas anécdotas que las sigo recordando con una sonrisa en la cara, disfrutar del camino hasta llegar a la meta fue el verdadero éxito...

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