En el techo hay unas cuantas ventanas, así que cuando nado de espaldas
puedo ver el cielo y las nubes pasar, recordando así el símil que hacemos en
meditación: el cielo representa la mente y las nubes son los pensamientos que
van y vienen, por lo que simplemente hay que observarlas y dejarlas pasar, sin
pelearte con ellas. Ayer no había nubes, estaba el cielo totalmente blanco,
pues no se veía nada. Entonces me dije: «Hoy no hay nubes, así que no hay
pensamientos». Hasta que caí en la cuenta de que la “vocecita” esa que
me indicaba que no había pensamientos ya era en sí misma un pensamiento. Si no
hubiera pensamientos, se daría el silencio. Pero es tan mona esa “vocecita”
que casi siempre me acompaña, que la abrazo y cobijo mientras sigo nadando. Y
ahora que estoy escribiendo, la “vocecita” me está recordando que si el
cielo estaba totalmente blanco es porque había demasiados pensamientos, pues en
caso contrario predominaría el color azul del cielo. Es que mi “vocecita”
o “my little voice”, como estoy llamándola desde el domingo que regresé de Gran
Canaria, es la caña, siempre interpretando. Pero la amo…
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