lunes, 5 de junio de 2017

Aguahara

-Cae al corazón y baila con la vida-, me susurraron al oído. Y me lancé por el trampolín hasta caer al río, empezando a ser arrastrado por una corriente que salía de un lugar desconocido. No sé si era él quien me movía o era ella la que me conducía a la alegría. La primera vez me imaginé en la barriga de mi madre como si de un feto se tratara. El agua representaba el líquido anniótico y yo simplemente me movía dentro de esa cavidad protegido por mi mamá, esa madre naturaleza que me abraza con su vida. Pero la última vez me sentí libre, me dejó ser libre, no sé si él que apenas me guiaba o ella que simplemente observaba. -Él no hace nada, ella es la que sana-, también me dijeron. Risas inundadas de agua, respiraciones profundas y acompasadas, movimientos libres, sentir las caricias del agua, no saber dónde estaba...  Bailé con la vida, con el agua. Al fin y al cabo, la vida nació en el agua y la danza era una invitación para volver a nacer, una puerta al renacimiento. Sentí otra vez...



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