Me estoy divirtiendo, la verdad, sobre todo cuando me río por lo que
estoy haciendo. Observar cómo era antes y cómo soy ahora me provoca ternura,
compasión y una carcajada tremenda, toda esa mezcla, sobre todo porque puedo
contarlo sin ninguna vergüenza. ¡Un sin vergüenza en toda regla! Y ahora
me ha dado por sacar ese lado pícaro que llevo dentro, arrancar la risa al
contar mi historia. Y mientras la cuento reconozco mi libertad y por tanto mi
felicidad. Antes, los barrotes de acero y prejuicios bloqueaban al niño, pero
el adulto en el que me he convertido está abandonando cada vez más la prisión
en la que se encontraba fundiéndose poco a poco con el niño. Cada vez más
juntos. ¿Todavía más? ¿Hasta dónde puede llegar? Ávido de nuevas experiencias…
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