Tenía un ordenador en mi cabeza. Todo, absolutamente todo, lo tenía
registrado en mi memoria y no me hacía falta apuntarlo. ¿Para qué usar papel y
bolígrafo si tenía una grabadora maravillosa? Y cuidado con llevarme la
contraria porque echaba mano del archivador para demostrar que tenía razón. Sí,
siempre tenía razón. Era una auténtica máquina…
Y después de parar para echarme unas risas al recordar semejante locura,
me hago otra pregunta: ¿dónde quedó esa memoria? Porque ahora necesito
bolígrafos, papel y todo lo que tenga a mano para anotar las cosas porque si
no, tienen muchísimas posibilidades de caer en el olvido. Salvo en el trabajo,
sigo sin apuntar las cosas y prefiero pensar que si son importantes para mí no
me olvidaré. ¿Será que la pregunta que me hicieron desde el principio ha hecho
mella positivamente en mi interior? «¿Qué prefieres, tener razón o tener
salud?». Esa pregunta me sigue salvando la vida…
No hay comentarios:
Publicar un comentario