lunes, 16 de enero de 2017

Lo que quería hacer en enero...

Puedo decir que regresé de Gran Canaria matando tres pájaros de un tiro, pues a la presentación del libro, de la que ya hablaré otro día, se sumó disfrutar de un musical y hacer realidad lo que quería hacer en enero, tirarme en paracaídas…


Si ya de por sí la actividad era de alto riesgo, las circunstancias externas sumaron intensidad a la experiencia, pues a punto estuvieron de cancelar la actividad por las fuertes rachas de viento, pero el instructor jefe se empeñó en saltar aún poniéndose a todo el equipo en su contra. Y mientras, nosotros éramos testigos de sus desavenencias. Aquello me recordó a la película Twister (Tornado), donde un grupo de amigos “flipaos” iban persiguiendo tornados y midiendo la fuerza del viento, arriesgando muchas veces sus vidas. –Si nosotros podemos volver otro día-, les decía. Porque la preocupación de ellos es que éramos de otra isla y habíamos pagado un viaje en vano. -¡Qué va! Si nosotros vinimos por otro motivo (a punto estuve de decirle que vine a presentar el libro) y hacer paracaidismo nos quedaba de paso-, les comentaba. Pero ni por esas quiso el instructor cancelar el evento y devolvernos el dinero. Probaron cambiarse de lugar y encontraron otra localización donde hiciera menos viento…


Así que al fin saltamos y solamente puedo dar las gracias porque eso es lo que quería hacer, al fin y al cabo. Si hubiera vuelto a Lanzarote sin esa experiencia, tal vez me sentiría con haber dejado algo a medias, pero aceptando que no era el momento apropiado. Y cogimos la avioneta, una avioneta que parecía de plástico. Y de repente divisé el Teide y me centré en que próximamente estaré allí presentando el libro. «Si después de esto muero, gracias por haber exprimido mi vida hasta el último segundo, y si después de esto sigo viviendo, quiero seguir poniendo ese extra para seguir haciendo cosas extraordinarias», me dije. Y el cuerpo empezó a temblar, pues ese miedo biológico empezó a brotar desde mis entrañas.



Y salté, salté al vacío, y esta vez de verdad. Durante 42 segundos estuve cayendo sin control y confiando únicamente en el todo. Sin palabras… Y sé que fueron 42 segundos porque lo anotaron en el diploma que nos entregaron, porque desde luego no me puse a contarlos. Hasta que finalmente se abrió el paracaídas y quedamos suspendidos en el aire a unos 1400 metros de altura, después de haber descendido en picado unos 2100 metros. En total, nos lanzamos desde 3500 metros, nada más y nada menos…


Un GRACIAS gigante pude gritar desde el cielo, GRACIAS por haber podido hacer algo nuevo por primera vez, por haber experimentado caer y confiar mi seguridad en el otro. Sigo con vida, y si sigo con vida quiero que siga siendo extraordinaria…


1 comentario:

  1. Esto es tener agallas.
    Felicidades por ese objetivo cumplido.
    Sigue viviendo con esas ganas locas de destripar el tiempo, pues es lo que de verdad importa.
    Besazo grande

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