Puedo decir que regresé de Gran Canaria matando tres pájaros de un tiro,
pues a la presentación del libro, de la que ya hablaré otro día, se sumó
disfrutar de un musical y hacer realidad lo que quería hacer en enero,
tirarme en paracaídas…
Si ya de por sí la actividad era de alto riesgo, las circunstancias
externas sumaron intensidad a la experiencia, pues a punto estuvieron de
cancelar la actividad por las fuertes rachas de viento, pero el instructor jefe
se empeñó en saltar aún poniéndose a todo el equipo en su contra. Y mientras,
nosotros éramos testigos de sus desavenencias. Aquello me recordó a la película
Twister (Tornado), donde un grupo de
amigos “flipaos” iban persiguiendo tornados y midiendo la fuerza del viento,
arriesgando muchas veces sus vidas. –Si nosotros podemos volver otro día-, les
decía. Porque la preocupación de ellos es que éramos de otra isla y habíamos
pagado un viaje en vano. -¡Qué va! Si nosotros vinimos por otro motivo (a punto
estuve de decirle que vine a presentar el libro) y hacer paracaidismo nos
quedaba de paso-, les comentaba. Pero ni por esas quiso el instructor cancelar
el evento y devolvernos el dinero. Probaron cambiarse de lugar y encontraron
otra localización donde hiciera menos viento…
Así que al fin saltamos y solamente puedo dar las gracias porque eso es
lo que quería hacer, al fin y al cabo. Si hubiera vuelto a Lanzarote sin esa
experiencia, tal vez me sentiría con haber dejado algo a medias, pero aceptando
que no era el momento apropiado. Y cogimos la avioneta, una avioneta que
parecía de plástico. Y de repente divisé el Teide y me centré en que próximamente
estaré allí presentando el libro. «Si después de esto muero, gracias por haber
exprimido mi vida hasta el último segundo, y si después de esto sigo viviendo,
quiero seguir poniendo ese extra para seguir haciendo cosas extraordinarias»,
me dije. Y el cuerpo empezó a temblar, pues ese miedo biológico empezó a brotar
desde mis entrañas.
Y salté,
salté al vacío, y esta vez de verdad. Durante 42 segundos estuve cayendo sin control y confiando únicamente
en el todo. Sin palabras… Y sé que fueron 42 segundos porque lo anotaron en el
diploma que nos entregaron, porque desde luego no me puse a contarlos. Hasta
que finalmente se abrió el paracaídas y quedamos suspendidos en el aire a unos
1400 metros de altura, después de haber descendido en picado unos 2100 metros.
En total, nos lanzamos desde 3500 metros, nada más y nada menos…
Un GRACIAS gigante pude gritar desde el cielo, GRACIAS por haber podido
hacer algo nuevo por primera vez, por haber experimentado caer y confiar mi
seguridad en el otro. Sigo con vida, y si sigo con vida quiero que siga
siendo extraordinaria…
Esto es tener agallas.
ResponderEliminarFelicidades por ese objetivo cumplido.
Sigue viviendo con esas ganas locas de destripar el tiempo, pues es lo que de verdad importa.
Besazo grande