Los objetivos del 2016 estaban claros: publicar el libro y hacer la
travesía a Nado El Río. Por eso me enfoqué en escribir y nadar, abandonando
otras actividades secundarias que nada tenían que ver con lo que había elegido
como prioridad. Y una vez conseguidas las metas, me he vuelto a hacer la
pregunta. Por eso he escrito las prioridades que quiero tener en la vida
para que todas mis decisiones vayan en la dirección de conseguirlas. Si hay
claridad en los objetivos, habrá claridad a la hora de tomar decisiones.
La vida cambia y tal vez tengo que centrar mi tiempo y dedicación en otras
cosas, pero no quiero dejar de lado la natación porque sé que es una actividad
que aportará valor a mi máxima prioridad, la salud que tengo y que deseo
conservar. No sé si la llevaré a cabo con la misma intensidad, pero no la
quiero abandonar. Entonces, mi saboteador interno me dirá que es mejor que
renuncie porque si no le dedico exclusividad no voy a mejorar, pero ¿mi
objetivo es nadar para ganar o nadar para aportarme vitalidad? Lo tengo claro.
Eso sí, quiero marcarme un objetivo para enfocarme en lograrlo, un aliciente que
me anime a lanzarme a la piscina o salir a correr, una motivación, individual o
grupal, que suponga una superación, Algo nuevo que me lleve a exclamar: "¡Dios mío, nunca me imaginé haciendo esto!". Todavía no sé cuál, pero estoy
en ello…
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