Así lo
bautizaron ayer, el rincón de Ibán,
y es que cuando voy solo, me acomodo en una de las esquinas del local y entre
plato y plato voy sonriendo mientras los veo trabajar. Porque desprenden
alegría, mucha alegría y espontaneidad. Son libres y nos hacen sentir libres.
No sé, simplemente me encanta pasarme por allí y disfrutar. Un rinconcito de
paz y tranquilidad. Y la comida, ese menú que siempre pido sin preguntar qué es
lo que hay porque quiero llevarme la sorpresa y porque confío en que nunca se
olvidarán del ingrediente principal: una gran cucharada de corazón, pura pasión
por lo que hacen. Y me miman, me tienen consentido. Por eso y por más, cada vez
que voy a The V Factor siento como
si estuviera en mi propio hogar. Gracias por esta linda amistad…
Y esta noche
solo quiero cerrar los ojos durante unos pocos segundos para desear que salga
todo lo que tenga que salir y disfrutar. Sí, disfrutar una vez más.
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