Días antes de la travesía, un compañero de trabajo y vecino de Punta
Mujeres me dijo que había visto un tiburón por la zona a pocos metros de
la costa. - ¿Y me dices esto ahora? -, le comenté entre risas, porque justo le
había dicho que iba a hacer la travesía. Es curioso, porque se podría haber
centrado en otros aspectos, como que la iba a disfrutar porque el fondo marino
es muy bonito, pero no, él se centró en lo negativo, echándole gasolina a la
mente para que empezara a elucubrar todo tipo de situaciones con el dichoso
tiburón…
Aún así, me lancé al mar y eso es lo que me volvió a maravillar. Años
atrás, ni de coña hubiera puesto un pie en el agua si intuyo que hay una mínima
posibilidad de encontrarme con uno de esos escualos, pero esta vez no le tuve
miedo, o me lancé a pesar de los miedos. Además, como me dijo un amigo, ¿quién
le tiene miedo a quién? Tal vez sean ellos los que huyan de los humanos
chiflados que no paramos de pensar y de interpretar…
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