Ayer realicé mi última travesía antes de la definitiva que será el 8 de
octubre. «A ver qué pasa hoy», me dije, porque siempre sucede algo anecdótico
que contar. Y lo que pasó es que a pesar de ir con la idea de tener suficiente
tiempo para llegar a la playa y calentar, casi llego in extremis porque me
olvidé del chip y tuve que ir corriendo a casa a buscarlo, así que lo que uno
se imagina no es lo que siempre sucede.
Aún así, llegué a tiempo para lanzarme al mar, y aunque mi intención era
aumentar el ritmo para probar mi velocidad, nada de nada, seguí mi ritmo tal
cual porque si no las fuerzas no me llegaban. Suerte que las pulseras “prohibido
rendirse” me acompañan, así que fue un mantra que utilicé sobre todo al
principio, que es donde más cuesta dar las brazadas… Pero llegué, una vez más
llegué a la meta, aunque siempre sea el último o casi último :-)
Lo anecdótico
fue el sorteo de premios,
que por primera vez me quedaba hasta el final para verlo. «Visualiza que te vas
a llevar un premio», me decía mi amiga Sonia, así que yo también estaba
pendiente a ver si había suerte, pero cuando empezaron a sortear los regalos,
nuestras caras de incredulidad eran un poema. Se sortearon regalos como: una
prueba de esfuerzo con gases, que según he mirado hoy, sirve para conocer
el estado de tu corazón, una curva de lactato, que no tenía ni idea de
lo que era y me he tomado la molestia de buscarlo en Internet: «Es una prueba sencilla que se realiza sobre un tapiz rodante en un Laboratorio de Fisiología del Ejercicio o en una pista de atletismo, y que básicamente consiste en obtener una micromuestra de sangre (generalmente capilar del pulpejo del dedo) para valorar la concentración de lactato a distintas intensidades (velocidad) de ejercicio, conformando una curva de lactato». Y además, una analítica completa, que dicen venía muy bien para medir el exceso de colesterol después del verano.
Pues ante ese panorama, mi visualización para llevarme un premio se desinfló, pero nos reímos un montón...
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