Vino hacia mí y lo acaricié. Se excitó tanto que empezó a moverse a mi alrededor y, mientras lo hacía, con más intensidad lo acariciaba. Lo intentaba abrazar y con su fuerza me tumbaba, revolcándonos por la sala como dos enamorados, lamiéndome la cara y dejando que sus babas se posaran. Era un juego de dos, una relación de dos, dando cariño y recibiendo cariño a partes iguales, derramando cariño donde había falta de cariño, llenando un hueco y ejerciendo la función que últimamente me había negado a mí mismo. Gracias por este gran regalo y haberme enseñado…
Y del perro paso al león, pues esta noche veré el musical “El Rey León”. Gracias, gracias, gracias por este proceso liberador que estoy viviendo...Y ahora también toca buscar la oportunidad en algo inesperado que ha pasado...
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