Cuando siente que ya están preparados para volar, la mamá águila empieza
a quitar las plumas del nido y a lanzarlas al abismo hasta que se convierta en
una morada de espinas. Está obrando su plan, que no es otro que hacer del nido
un lugar incómodo y doloroso para que sus polluelos se vean obligados a salir a
tomar sus primeras lecciones de vuelo. Invitará a sus hijos a subir a su
espalda y emprenderá el vuelo con ellos, pero a las primeras de cambio hará
giros repentinos que provocará la caída de los mismos aunque, antes de que
lleguen al suelo y los aguiluchos crean que ya está todo perdido, volverán a
sentir la espalda de su mamá que se colocará bajo sus patas y los salvará del
impacto mortal. Así una y otra vez hasta que el aguilucho se dé cuenta de que
tiene unas extensas alas con las que volar…
Salieron del
nido. Ni
los hijos tendrán que venir a visitarla, ni siquiera por Navidad, ni la madre
sufrirá porque sus hijos estén emprendiendo su camino. Hizo su función y ya no
hay obligación de más…
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