Nunca había dado un abrazo desde tan alto. Aprovechando que esperábamos
en el pasillo hasta que la otra persona llegara del baño, me dieron ganas de
abrazarlo y sentir su abrazo. Casi me frena el hecho de estar allí rodeado de
un montón de gente, pero la ocasión lo merecía y la vergüenza fue vencida…
Y digo que la ocasión lo merecía porque antes de despegar caí al corazón
y empecé a hacer la meditación del perdón. Días atrás lo habíamos
practicado con otra gente y recalcamos la importancia de hacerlo desde
dentro y no desde la mente. Dije que cuando lo hicieras desde el corazón no
tendrías ninguna duda. Ese día, nada más despertar, había recordado lo del
perdón y me preguntaba si lo estaba haciendo desde la mente o desde el corazón.
Tenía dudas, ahora lo veo, pero en el avión se disiparon todos los resquicios
de confusión y sentí que verdaderamente lo había hecho desde lo más profundo de
mi corazón...
Sí, la ocasión lo merecía. Me llevé un gran abrazo y di un gran abrazo en
medio del pasillo del avión. Todo un récord de altura…
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