Es como si hubiera pedido un zumo de naranja y me hubiesen traído un batido de melocotón, que no dudo fuera de la mejor calidad, pero como yo estaba esperando por mi ansiado jugo hubo una resistencia inicial, resistencia que rompí porque al fin y al cabo quería vivir la experiencia. Si no vino el zumo por algo será, así que empecé a probar el batido y, aunque algunos ingredientes me podían vagamente recordar el sabor fresco de las naranjas, no me quise empanchar porque me resonó hacer otras cosas: hacer lo que verdaderamente quería hacer sin vergüenza al que dirán y sin miedo a no encajar. En cada momento bebí lo que me apetecía beber creando la bebida perfecta...
Al final terminé agradeciendo que el zumo de naranja no viniera porque ha sido una gran experiencia. Tal vez, la enseñanza ha estado en la no enseñanza...
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