Ayer fue uno de esos días que multiplican mi entusiasmo por la vida.
Hacer algo por primera vez: alquilar una moto, recibir una clase exprés y
empezar a visitar los rincones de esta isla bella en la que resido. Y ese niño
que llevo dentro no paraba de saltar…
-¡No tienes fundamento!-, me espetó esa vocecita que muchas veces
trata de intimidarme, pero si con el miedo a la muerte sabe ya que no me puede
paralizar, en esta ocasión lo intentó con el miedo a la soledad. –Tienes 36
años y pareces un niño chico. Así nadie te va a querer…-. En otras
circunstancias, tal vez hubiera pegado un frenazo y me hubiese entrado la
ansiedad, pero a esta ya la suelo captar al vuelo y entre risas le dije ¡GRACIAS
POR PARTICIPAR!
Ah, y quiero seguir consintiendo a mi niño. Se está portando tan bien,
que de vez en cuando le regalo una experiencia nueva…
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