viernes, 22 de septiembre de 2017

La vida es un gran teatro

A pesar del cansancio que llevaba acumulado, desde la butaca del teatro no perdía detalle de sus movimientos, sus gestos, su voz, capaz de transformarla y llevarlo a sentir un mar de sensaciones, desde la euforia a la rabia. Era el hilo conductor de la obra y yo lo observaba ensimismado, con la piel erizada. Esa expresión de terror al terminar… Se apagaron las luces, se cerró el telón y me levanté con la sensación de haber visto uno de los mejores musicales...


Y después pude compartir con alguien que años atrás se ganaba la vida actuando en musicales, interpretando durante un tiempo el mismo papel del que justo me encandilé. Me contó los entresijos que se vivían en los camerinos, el tiempo que disponían entre función y función, la dificultad que conlleva no dejarte arrastrar por el personaje en tu vida diaria. «Cuando repites un personaje durante tanto tiempo, tiendes a actuar como él fuera del escenario. Ya no sabes si cualquier reacción es tuya o del personaje que estás interpretando», me decía. Vamos, creerse el personaje hasta las trancas, no saber separar entre la ficción y la realidad…


Y eso me llevó a pensar que la vida es un gran teatro y aquí todos estamos interpretando un personaje. ¿Por qué no? El mío es Ibán. La enseñanza y recordatorio era no creerme tanto esa personita de carne y hueso que responde al nombre que le han puesto. El mundo es una gran obra musical, o como dice una frase que leí ayer: «La vida es una canción y tú compones la letra».

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