viernes, 24 de abril de 2015

Día 8: Una más en el grupo

Después del parón de ayer, voy a proseguir con el viaje...

Al día siguiente, después de la aventura nocturna de disfrutar del concierto a los pies del acantilado, nos recogió la furgoneta en el hotel y fuimos en dirección a Little Petra. La pequeña Petra es pequeña de verdad, así que lo de little le viene como anillo al dedo. Aún así, es muy bonita y merece la pena acercarse a verla. Tuvimos como guía a Fajad y menos mal que así fue, porque el camino que conecta Little Petra con el Monasterio tiene muchos desvíos. A algunos se nos hizo cuesta arriba, pero entre descanso y descanso, llegamos sanos y salvos...








Al finalizar la excursión y almorzar nuevamente el picnic que habíamos contratado en el hotel, cogimos una guagua en dirección a Wadi Run, el desierto de arena roja. Al grupo se nos unió Mizuki, una japonesa que llevaba un año viajando por toda Europa y que casualmente era la novia del primo de Fajad. Todo quedaba en familia. Aceptó la invitación de venir con nosotros porque no había tenido la oportunidad de visitar dicho desierto. El viaje nos estaba regalando la hospitalidad de la gente local y ahora nosotros teníamos la posibilidad de ser hospitalarios con alguien que lo necesitaba. Dar y recibir, de eso se trata...


Finalmente llegamos a Wadi Run y lo primero que hicimos fue escalar una gran duna para posteriormente bajarla haciendo la croqueta. Vamos, como niños...








Tenía tanta arena metida entre la ropa, que lo primero que hice fue darme una refrescante ducha. No había agua caliente, pero daba igual. El hecho de quitarte la arena y sentirte limpio merecía cualquier sacrificio. Me habían comentado que las noches en el desierto suelen ser frías, pero esa noche fue la excepción. En chanclas y con pantalón corto pude disfrutar de una deliciosa cena cocinada baja la arena del desierto y contemplar las estrellas...

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