miércoles, 15 de abril de 2015

Día 3: Los castillos del desierto

Ayer volvimos a recordar en meditación que todo -ismo crea un abismo: islamismo, catolicismo, budismo, etc. Por eso fueron tan acertadas las palabras del padre de Fadhi, el conductor de la furgoneta, al afirmar que la religión no importaba, porque creaba separación entre las personas. Lo que verdaderamente importaba era la humanidad y hablar con el corazón...

Y después de esto, voy a continuar con el relato del viaje...

Si la noche anterior me había despertado por los cánticos que se proyectan desde los altavoces instalados en los alminares o minaretes de las mezquitas, en esta ocasión no hubo nada que interrumpiera las tres horas de sueño que habíamos tenido. Nos habíamos acostado a las tantas de la madrugada pero, a pesar del escaso tiempo para dormir, me levanté descansado y pletórico, recordando y no dando crédito a todo lo que pasó en casa de la familia jordana. En más de una ocasión pensé que cuando lo contara a mi regreso no me iban a creer. Difícil de explicar si no se está, complicado traducirlo en palabras, aunque ahora lo estoy intentando...

El tercer día de la aventura estaba en marcha y en esta ocasión visitamos los castillos y fortalezas del desierto del este: Qasr Al-Azraq, Quseir Amra y Qasr Al-Jarana. Todo era desierto y el calor se notaba...






Por el trayecto tuvimos un percance porque al conductor le pusieron una multa al no tener la furgoneta los permisos adecuados, pero un beduíno que pasaba por allí y que quedó encandilado con los ojos azules y llenos de vida de Ángela, resolvió el problema al instante. Al final de la jornada llegamos a Madaba y fue allí cuando nos despedimos de nuestro amigo Fadhi. Dejamos la puerta abierta a volvernos a encontrar en algún otro punto del viaje, pero finalmente ese encuentro no se produjo. Eso sí, estuvo y sigue estando presente en nuestro corazón, cómo olvidar lo que pasó...

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