miércoles, 22 de abril de 2015

Día 7: Enseñanzas en Petra

A pesar de que hoy es uno de esos días con contenido, no quiero pasar la oportunidad de compartir una frase que he leído: "Pregúntate si lo que estás haciendo hoy, te acerca al lugar en el que quieras estar mañana". Y ahora sigo con otro de los días más intensos del viaje...

Sin lugar a dudas, Petra es el más importante enclave arqueológico de Jordania y la capital del antiguo reino nabateo. Numerosos edificios cuyas fachadas están directamente esculpidas en la roca, forman un conjunto único que desde 1985 está inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco. Actualmente también es una de las siete maravillas del mundo...



Sí, la ciudad rosa del desierto es majestuosa, imperial, sorprendente, todo un regalo para los visitantes que acceden al lugar, pero lo que yo me llevo de Petra es otra cosa totalmente diferente...









Dicen que para visitar todos los rincones de Petra se necesitan al menos tres días, así que como sólo disponíamos de día y medio, el plan inicial para el primer día era madrugar, porque a las seis de la mañana ya abre sus puertas, y volver a entrar por la noche para disfrutar de un concierto nocturno a la luz de las velas. Ese era el plan inicial, pero ya dicen que “si quieres que Dios se estalle de risa cuéntale tus planes”. Al final disfrutamos del concierto, pero no en el lugar que nosotros esperábamos...



Antes de relatar lo del concierto, decir que terminamos almorzando en casa de un nativo que sigue viviendo en Petra. Todos o casi todos los demás, aceptaron el ofrecimiento de trasladarse a un pueblo cercano, pero él no quiso porque nació allí y seguirá viviendo allí hasta que muera. Una casa que parecía un paraíso, con un cuidado jardín rebosante de flores de colores. Nos abrió las puertas de su humilde morada y hasta nos dio tiempo de echar una cabezada. El señor, muy amable, nos contó que su nombre aparece en la guía que nosotros llevábamos, la de lonely planet...



Ahora sí voy con lo del concierto. Por la tarde, después de subir a un mirador para ver desde las alturas el tesoro de la ciudad, unos beduínos que tenían un chiringuito montado a los pies del acantilado nos invitaron a disfrutar del concierto desde allí. Digamos que era un delito, turistas tránsfugas que habían entrado pero que no habían salido y que encima iban a disfrutar del concierto sin pagar la entrada. Lo de la entrada era lo de menos, porque si había que pagarla la hubiéramos pagado, pero aprovechar la oportunidad que nos estaban brindando los beduínos no tenía precio y por eso decidimos hacerlo...



Mientras esperábamos a que comenzara el concierto, hicieron un fuego y todos nos reunimos alrededor de las brasas, improvisando una cena con las sobras que cada uno tenía del picnic del mediodía que habíamos reservado en el hotel. Nunca un pepino, unos tomates y un paquete de galletas dieron para tanto. Con un par de galletas fue suficiente para saciar el estómago, que ya se estaba alimentando con la conversación y enseñanzas de Fajad, el beduíno que se expresaba bastante bien en inglés y que nos deleitó con una serie de acertijos, como el de si lo dices lo rompes, que es el silencio, o la afirmación de que tú no eres tu nombre. Toma ya, tocado y hundido. Así empezó la lección magistral de este chaval y otra vez sentía que estaba en mi clase de meditación de los miércoles. Today is today, tomorrow another day, proseguía el beduíno. Hoy es hoy, mañana es otro día, invitándonos a vivir en el presente, en el ahora. Miraba al cielo y no podía parar de reír. Y todo eso a la luz de la luna y sin hacer mucho ruido, porque no podíamos utilizar las linternas ni el flash de las cámaras. Fue alucinante, de principio a fin, y ese momento en el que quisimos compartir con él algunos de los refranes españoles traduciéndolos literalmente al inglés y la cara del beduíno de no entender nada, eso tampoco tuvo precio y nos regaló muchos momentos de risa en los días restantes del viaje...





Al acabar el concierto salimos por un camino secundario que nos conducía al pueblo donde han trasladado a la gente nativa. A las tantas de la madrugada, sin más luz que la que nos proporcionaba la luna y con la compañía de unos cuantos burros que nos ayudaron a subir por la cuesta empinada, llegamos a la casa de Fajad y nos dió información sobre algunas zonas de interés del país, como Wadi Araba. Al día siguiente, lo contrataríamos para que fuera nuestro guía, y menos mal que así fue...





Este fue otro de los días en los que sucedieron cosas increíbles y difíciles de contar, pero aquí estoy yo intentando ponerle palabras a lo que es complicado traducir en palabras. Si consigo trasladarlos a esa hora y ese lugar, aunque sólo sea un poquito, me daré por satisfecho...

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