Una señora diminuta, me da que no llegaba al metro y medio, me abordó por el pasillo y empezamos a charlar. -Aquí estoy haciendo gimnasia-, me grito a lo lejos. ¿Y qué ejercicios tiene que hacer, señora?-, le pregunté sonriendo. -Caminar-, me dijo señalando el pasillo. ¿Y por qué está aquí?-, le volví a preguntar. -Porque me tienen que operar del corazón-. -¿Y qué pasa, que ha perdido la alegría de vivir?- le pregunté mientras acercaba mi dedo índice a su corazón-. -Es que yo soy muy pesimista-, me dijo. -Pues ya sabe lo que tiene que hacer, ser más optimista-, le di la vuelta a la tortilla. -Eso va en el tamaño-, me volvió a decir. -¿Cómo que en el tamaño? Bueno, ya sabe que los perfumes buenos siempre van en frascos pequeños-, le contesté. -Y el veneno también-, me la devolvió mientras sacaba su sonrisa pícara. -Bueno, en ese caso tiene dos opciones, o hablar destilando veneno o hablar con el corazón-, y le sonreí mientras me alejaba...
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