martes, 2 de junio de 2015

Cerrar un ciclo

Hace casi tres años entraba en el quirófano de un hospital porque me iban a poner un port a cath. Recuerdo que al finalizar la operación, una de las enfermeras me confesó que era la primera vez que veía a alguien entrar en un quirófano sonriendo, que era muy valiente. Fue escuchar el adjetivo valiente y empecé a emocionarme como una magdalena, porque valentía era lo que necesitaba para afrontar todo lo que vino después...

Hoy, casi tres años después, volví a entrar en el quirófano para retirarme el port a cath. Lo volví a hacer sonriendo, acompañado de aquellos amigos que voluntariamente me quisieron acompañar y reencontrándome en el hospital con más gente que durante este tiempo he conocido y que ahora forman parte de mi familia. Volví a llorar, me volví a emocionar por todo lo vivido, por todo lo aprendido, por el agradecimiento tan profundo que inunda mi corazón y que no quiero ocultar...

La operación se convirtió en un gran espectáculo: fotógrafos, enfermeros y reporteros estaban pendientes de mí mientras dejaban al cirujano trabajar. Aquello estaba tan agarrado a mí, se sentía tan a gusto dentro de mí, que les costó separarlo. Cumplió con su cometido y ya no tenía razón de ser. A los niños les decía que era un botón para activar mis poderes mágicos. El botón ya no está, desapareció, pero el poder sigue dentro de mí. La operación acabó, el foco que iluminaba mi rostro se apagó y llegó la celebración. La voz de la enfermera activó mi memoria y recordé que era la enfermera de la primera vez, la que me había dicho que era un valiente. Gracias por hacer del quirófano un gran escenario de risas y abrazos...







Fue como cerrar un ciclo, o no, simplemente otra experiencia que me ha tocado disfrutar. Lo que está claro es que todo lo vivido no lo voy a olvidar. Como dice la frase que estaba apuntada en la pizarra del quirófano: sólo por hoy abrazo todas mis emociones y agradezco la vida. Hoy y siempre, gracias cáncer...



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