viernes, 31 de julio de 2015

Ni sé cómo titularlo

Empiezo a escribir sin saber muy bien lo que escribir. Tengo ganas de decir algo y, no sé, quizás si cierro los ojos y bajo a mi corazón puedan salir las palabras adecuadas para transmitir lo que estoy sintiendo. ¡Qué exigente soy conmigo mismo! Ayer lo ví otra vez claro, no exijo a los demás sino que me exijo a mí mismo. Ya está, suelta toda esa exigencia, salta, si caes te levantas, y si te vuelves a caer te levantas, no hay nada más. Tiene que venir un espejo para darte cuenta de algo y lo agradeces, no hay más. Con humildad lo reconoces y vuelta a empezar, y ni siquiera a empezar sino a continuar, porque es parte del camino. No necesito hacer nada, mi sola presencia lo llena todo y no es necesario hacer nada. Gracias, espejito del alma...


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