miércoles, 21 de octubre de 2015

No hay mal que por bien no venga

¿Qué hacía yo en la habitación de Christa con mi compañera María Antonia dando reiki? ¿Cómo había llegado hasta allí? De repente me dí cuenta de que si no hubieran sucedido ciertas cosas en mi vida, no habría disfrutado de ese momento, ni siquiera sabría lo que era el reiki.  Incluso cuando estaba junto a la cama en una postura algo incómoda para la espalda, me dí cuenta de que si no llega a aparecer esa contractura en la espalda que arrastro desde hace casi un año, no estaría disfrutando de ese momento…

No sé, me acabo de acordar del dicho popular “no hay mal que por bien no venga”. Gracias a esa contractura en la espalda he descubierto la natación, un deporte que, tras tres meses practicándolo, me sigue fascinando. Ayer aprendí a hacer virajes y, lo que a priori parecía un reto imposible porque nunca había hecho una voltereta en el agua ni en el aire, se convirtió en otro reto superado. Nadar se ha convertido en una liberación. Si no hubiera sido por ese contratiempo, ni de lejos hubiera estado nadando. Además, si no llega a ser por esa contractura en la espalda, seguramente hubiera estado con otros proyectos de teatro que, aunque me entretienen y divierten, no me hubiera dado tiempo de disfrutar de ese otro proyecto, acompañar a los ancianos del Hospital Insular y ofrecer una parte de mí. Decidí descansar de ciertas actividades y me llega este regalo. Este espacio de tranquilidad siento que es el que necesito para escuchar mi cuerpo…



Ver la cara de Christa al despedirse de nosotros diciendo que quiere volar y que con nosotros lo conseguirá, no tiene precio…

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