viernes, 23 de enero de 2015

Un manto de flores amarillas

Por fin, ayer, llegó la conversación que tenía ganas de tener con mi sobrino desde hacía un tiempo. Mientras íbamos en el coche camino del Deiland le empecé a contar que había ido al hospital a buscar los resultados de la revisión y, de repente, le dije “porque no sé si sabes que lo que realmente tuve fue un cáncer”. Entonces me miró fijamente y me preguntó si podría haber muerto. Sí, claro, le contesté, pero no lo estoy porque sané, y por eso te lo quería contar, para que no asociaras el cáncer con la muerte sino con la oportunidad. Al final tenía razón, me dijo, porque se lo había preguntado a mi madre y ella me dijo que no. ¿Mi madre lo sabe?, me preguntó tan inocente. Sí, pero seguro que a ti te decía que no para que no te preocuparas, le contesté. ¿Y cómo te enteraste?, me volvió a preguntar. Pues porque me hicieron una analítica y los parámetros estaban algo descontrolados. ¿Pero qué fue lo que te provocó eso?, me volvió a preguntar. Se refería a si había comido algún alimento o algo para él dejar de tomarlo. Ante tantas preguntas no sabía cómo seguir abordando la conversación con un niño de 11 años con ansias de conocer, pero al final le dije que no tenía nada que ver con eso, que no fue porque comí tal cosa o bebí tal otra, que a veces las enfermedades aparecen sin más y que puede que todo sea emocional. Mira Diego, yo ahora estoy feliz porque hago lo que siento y antes, tal vez, no. Por eso siempre tienes que seguir a tu corazón y confiar plenamente en ti. Es importante valorarte y que te quieras mucho. No esperes a que los demás te quieran, que también está bien, sino quiérete tú mismo. Sí, asentía cada vez que le decía algo. Y de repente me suelta “¿tú ya no discutes?”. Empecé a sonreír y le lancé otra pregunta, si pensaba realmente que ya no discutía. No, desde que te pasó eso no te he visto discutir, me dijo. Entonces mi respuesta fue que alguien me preguntó una vez “¿qué prefieres, razón o salud?” y, a partir de ahí, me di cuenta de que antes discutía mucho porque quería imponer muchas veces mi razón, pero que lo verdaderamente importante es tener salud, porque yo la quería recuperar, y ahora que estoy sano sigo prefiriendo tener salud a tener razón. Todo lo demás, no tiene importancia...


No sé, simplemente sentí que esta conversación la tenía que tener algún día con mi sobrino, para que se le fueran ciertos miedos, y justo llegó ayer, con un manto de flores amarillas como testigo. Se percató él primero y disfrutamos de la vista los dos...

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