martes, 9 de diciembre de 2014

Cosas que no se ven

Siempre hay cosas que no se ven. El espectáculo salió redondo, por lo menos a ojos del espectador, pero nosotros, los que formamos parte del show, tenemos un sin fin de anécdotas guardadas en nuestras retinas, como la cara de sorpresa de Rosi al ver salir el sol, el grito de guerra difícil de reproducir del pirata Morato Arráez, el dúo de Moldavas ataviadas con sus pañuelos típicos, las chanclas de Leo, esas con las que salió a escena sin darse cuenta, pero que en seguida rectificó y las lanzó por un lateral, in extremis, o el camerino con vistas a la luna de los de la parte de arriba, aquellos que salíamos con el barco y las olas y que nos dábamos ánimos al grito de “teguiseee”. También estaban los juguetes de viento, con esas estructuras a nuestras espaldas que nos dificultaba el respirar y recubiertos con una malla negra cada vez más estrecha, pero que aún así salíamos sonrientes, o las campesinas cogiendo esas piñas mal olientes, porque se habían recubierto de pintura blanca para que tuvieran otro efecto, y el pirulí de mi gorro, que por más tieso y erguido que estuviera, siempre salía torcido en las fotos...


Vencer el miedo, esa podría ser la lectura del espectáculo. A pesar de las tragedias que vivió la isla, la población siempre pudo salir adelante, fortalecida, incluso sacando provecho de algo tan duro como las erupciones volcánicas de Timanfaya, convertidas hoy en el principal reclamo turístico, o como decía César Manrique, si no puedes con el viento, juega con el viento, y por eso creó esos impresionantes juguetes que bailan al son que dicta el viento...


De los cantos de desolación, a la más infinita de las alegrías. Si veo que no llueve, me voy a pescar. O mejor reunirnos para celebrar...


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