Es como cuando nos tumbamos boca arriba y extendemos nuestras manos y piernas lo más que podamos para pedirle al Universo aquello que deseamos y le ponemos ganas y empeño: “quiero esto y quiero lo otro, ¿por qué?, porque me lo merezco”. Pero al instante nos puede entrar la congoja no vaya a ser que recibamos aquello que pedimos y encogemos nuestro cuerpo cerrándonos a recibir los regalos: “¡uff, qué miedo!”.
Y la pregunta aquí es muy sencilla: ¿Estamos dispuestos a recibir lo que deseamos recibir?
No hay comentarios:
Publicar un comentario