domingo, 20 de mayo de 2018

Chiribitas

Sus manos se paseaban por las teclas, las acariciaba sin importarle si eran blancas o negras, todas eran necesarias para que la melodía sonara perfecta... Una delicia verle tocar, pero lo es aún más cerrar los ojos y viajar a donde su música te quiera llevar... Y digo bien, su música, porque cuando acabó el repertorio clásico nos deleitó con sus composiciones, eso único que lo diferencia del resto y que nadie jamás podrá imitar... Chiribitas fue una explosión de alegría, una celebración de la vida, que te invita a levantarte y bailar, gritar que estás vivo... Lo lleva dentro, se conecta con eso que lleva dentro y el piano es su instrumento para expresar todo lo que guarda en su interior, que permanece intacto en lo más recóndito de su corazón, un orgasmo de sensaciones, sensaciones que transmitía con sus manos, su boca, su nariz, su pelo, su mirada... todo su cuerpo bailaba al ritmo de las notas que creaba y con las que hablaba, regalándonos un diálogo íntimo entre el músico y el instrumento, un binomio perfecto. Bravo, Ernesto...




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