jueves, 20 de agosto de 2020

Espíritu olímpico

Desde pequeño me encantaban los juegos olímpicos: ver el desfile de los deportistas, el encendido del pebetero, vibrar con las competiciones y festejar las medallas españolas. Las anotaba todas en una libreta y cada día hacía un recuento de ellas, ¡qué coraje me daban los cuartos puestos!, ¡qué alegría las medallas de oro aunque escaseaban! ¿Quién me iba a decir a mí, por aquel entonces, que me convertiría en un corredor, aunque sea de los de andar por casa?



Este año no pudo ser, me quedé sin verlos, pero ayer tuve la ocasión de revivir la emoción de la competición durante siete minutos y medio. ¿Cómo? Siguiendo los pasos de mi entrenador, tratando de aguantar su ritmo sin desfallecer en el intento, orgulloso de que me acompañara durante un tramo de dos kilómetros y tirara de mí cual liebre desenfrenada, motivándome con cada una de nuestras zancadas y visualizando un próximo objetivo, la maratón de asfalto, ¿por qué no? Gracias por ser mi inspiración, jamás me imaginé entrenando con un atleta como tú, y por transmitir con tu mirada ese espíritu olímpico: humildad, disfrute y superación… 

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