Hace unos meses escribí una entrada titulada "jacuzzi en el infierno" que describía la conversación entre dos galletas que estaban en un tazón de leche hirviendo. Las dos se quejaban de la situación, pero mientras una quería cambiar y salir de allí a toda costa, a pesar de los miedos, la otra ponía excusas y se resignaba a quedarse allí, prefiriendo lo malo conocido que bueno por conocer...
El día de nochebuena, después de nadar sin parar durante más de cuarenta minutos, me metí en el jacuzzi burbujeante que estaba junto a la piscina. No había casi nadie, solamente dos personas nadando y un monitor que vigilaba las instalaciones, pero al estar allí me dio la sensación de que estaba solo, metido en un jacuzzi en el paraíso, sin ruidos, sin pensamientos, en silencio, descansado. El agua no estaba hirviendo, sino calentita. Daban ganas de estar allí y recordé la diferencia entre ese jacuzzi y uno en pleno infierno...
Experimenté lo que es estar en un jacuzzi en el infierno, también lo que es salir de ese agua hirviendo. Por eso, tal vez, agradezco con más intensidad cuando me siento en el paraíso, porque también sé lo que es estar en un escenario opuesto. Sea lo que sea, me dan ganas de escribir la última entrada del año desde el sofá de mi casa recordando que para salir de ese jacuzzi infernal es necesario emprender acciones, acciones que hoy mi amigo José Antonio ha recordado o aconsejado a muchos de los presentes, entre ellos a un familiar muy cercano. Gracias...
Ya, acabo la entrada, acaba este día, se está acabando el año...pero empieza, empezará pronto un nuevo día, empezará en breve un nuevo año...y seguirá, seguirá mi camino que no se sabe hasta dónde llegará porque no tiene que llegar a ningún lugar. Gracias por todo lo vivido y gracias por todo lo que está por llegar...